lunes, 9 de enero de 2012

Obertura "El disco dorado"

En homenaje a Carl Sagan (1934-1996) y "dedicado a los creadores de música, en cualquier mundo y en cualquier época", tal y como reza la inscripción grabada en el disco dorado del Voyager


La Misión Voyager


Cubierta exterior del disco dorado
A 18 mil millones de kilómetros de distancia del Sol y otros tantos de la Tierra, aproximándose a la heliopausa -zona que señala el límite de la influencia de los vientos solares-, se encuentra el objeto humano más alejado de la órbita terrestre. Se trata de la sonda espacial Voyager 1, lanzada al espacio el 5 de septiembre de 1977, 16 días después que su nave gemela, la Voyager 2. Ambas forman parte de la Misión Interestelar Voyager de la NASA, cuyo objetivo consiste en la exploración de las estribaciones del Sistema Solar y, en último término, del espacio exterior. Atrás quedan 35 años de periplo espacial, que les ha llevado por el momento a visitar Júpiter y Saturno, además de Urano y Neptuno en el caso de la Voyager 2. Nada de tiempo comparable con los 40 mil años que se calcula tardará en acercarse la Voyager 1 a su objetivo más cercano, a "tan solo" 1,7 años luz de una oscura estrella llamada AC +79 3888, en la constelación de la Osa Menor.


¿Por qué comenzamos el blog de Clasicazos con una historia tan aparentemente lejana del tema central que nos ocupa, la vida y obra de los grandes compositores de la música clásica? La respuesta la tienen dos discos fonográficos de cobre recubiertos de oro, de unos 30 centímetros de diámetro, alojados dentro de una cubierta de aluminio plateado adosada al casco de ambas naves. Estos discos dorados contienen 118 fotografías, casi 90 minutos de música -incluidas piezas de música clásica- y otros testimonios sonoros -tales como salutaciones en casi sesenta idiomas, o una grabación del dialecto de las ballenas-. Si tuviéramos que utilizar un símil, diríamos que los discos y las sondas Voyager son como un mensaje multimedia de la Humanidad lanzado en una botella a la inmensidad del espacio, con la esperanza de que algún día sea interceptado por una posible civilización extraterrestre en algún remoto lugar de alguna remota galaxia.


Música clásica rumbo a las estrellas


Carl Sagan (1934-1996)
En diciembre de 1976, nueve meses antes del lanzamiento, el director del proyecto Voyager, John Casani, designó al astrónomo Carl Sagan como el encargado de preparar este mensaje que portarían las dos sondas Voyager. Frank Drake, profesor de astronomía y director del Centro Nacional de Astronomía y de la Ionosfera en Cornell, fue por su parte el inspirador de la idea de enviar un disco fonográfico a las estrellas. Carl Sagan y los miembros de su equipo narran en el libro "Murmullos de la Tierra. La misión interestelar del Voyager" las vicisitudes por las que tuvieron que pasar durante todo este proceso. De este libro -escrito en 1978, editado por Planeta en 1981 y hoy día descatalogado- son los distintos extractos que aquí se vuelcan. Timothy Ferris se encargó de escribir el capítulo dedicado a la música incluida en el disco dorado. Junto con Carl Sagan, "se quedaron con el muerto de escoger los pasajes musicales", tal y como se afirma en el libro.


¿Por qué en esta ocasión enviar música a las estrellas? Recordemos que unos años antes, en 1972 y 1973, precisamente Carl Sagan envió en las sondas Pioneer otro tipo de mensaje: la imagen grabada de una pareja humana, desnuda, saludando a quienesquiera que encuentren las naves. Carl Sagan aclara este punto en el libro.
"La idea de enviar un disco me encantó por un motivo diferente: podríamos enviar música. Nuestros anteriores mensajes contenían información sobre qué percibimos y cómo pensamos. Pero los seres humanos hacen mucho más que percibir y pensar. Somos seres sensitivos. Sin embargo, nuestra vida emocional es más difícil de comunicar, especialmente a seres de constitución biológica muy diferente. Se me antojó que la música era por lo menos un intento estimable de hacer sentir las emociones humanas. Quizás una civilización suficientemente avanzada habría recopilado un repertorio de música de especies de muchos planetas y, comparando nuestra música con su biblioteca, podría deducir muchas cosas sobre nosotros"

¿Cuánta música enviar a las estrellas? Una restricción de base era que cada disco tenía una capacidad limitada de almacenamiento. Inicialmente se pensó que serían discos concebidos para ser reproducidos a la velocidad convencional de 33 1/3 revoluciones por minuto, lo que daría un tiempo total de audición de unos cincuenta y cuatro minutos sumando las dos caras, aunque finalmente se decidió proyectar el disco para una velocidad de reproducción de 16 2/3 revoluciones por minuto, que aunque implicaría una cierta disminución de fidelidad, supondría disponer finalmente de casi 90 minutos de música. ¿Con qué completarlos?
"Establecimos dos criterios. Primero, deberían incluirse muestras de un amplio grupo de culturas, y no solamente la música familiar a la sociedad que lanzaba la nave. En segundo lugar, no había que incluir nada por motivos de pura obligación: cada selección tenía que conmover tanto al cerebro como al corazón... Si no enviamos cosas que nos afectan profundamente, ¿vale la pena enviar algo?"
En el caso particular de la selección de música clásica, Carl Sagan comenta cómo en una reunión celebrada el 14 de mayo de 1977 en un despacho del Instituto Smithsoniano en Washington D.C., que duró hasta las 3 de la madrugada, se tomaron decisiones críticas al respecto:
"Está claro que no existe una respuesta correcta al problema de seleccionar música para enviarla a las estrellas; hay tantas respuestas como personas intenten tomar esta decisión. En este caso, la decisión estaba en mis manos... Una decisión importante en el repertorio de música clásica era saber si enviábamos varias piezas de Beethoven y de Bach a costa de Haydn, por ejemplo, o de Wagner o Debussy, postura a la que se oponía vigorosamente Murry Sidlin. Pero yo era muy sensible a la idea de que Bach y Beethoven representan lo mejor dentro de la tradición musical de Occidente, la cultura que lanzaba la nave al espacio. Una vez hube tomado esta decisión, Sidlin nos ayudó mucho y colaboró en las selecciones individuales... En muchas ocasiones expresamos nuestra pena por no haber podido inculir a estos compositores y músicos -principalmente por motivos de tiempo y de espacio- y nos imaginábamos un dibujo de todos ellos [Haydn, Vivaldi, Wagner, Chaikovski, Purcell, Copland, Rimski-Korsakov, Debussy, Puccini, Händel, Schönberg y Shostakovich] reunidos en Cabo Cañaveral mirando melancólicamente cómo lanzaban el Voyager a las estrellas sin ellos"
Otto Böhler (1890): "Brucker llega al cielo"

La pérdida de algunas piezas clásicas por el camino se debió igualmente al criterio contrario de Alan Lomax, quien...
"...defendió de modo persistente y enérgico la inclusión de música étnica a expensas de la música clásica occidental... Por ejemplo, no quedó espacio en nuestra selección para Debussy porque etnomusicólogos... habían grabado piezas tan exquisitas como las de los azerbaijanos tocando gaitas o las de los peruanos tocando sus flautas... Todos los participantes en la selección de la música perdieron en el proceso alguna pieza favorita: Carl [Sagan] había defendido una pieza de Debussy, Alan Lomax una melodía suave de un minero siciliano del azufre, yo [Timothy Ferris] la Passacaglia y Fuga de Bach. Las dos últimas se excluyeron por problemas de tiempo; la primera porque, dentro de la música clásica occidental, decidimos concentrarnos en Bach y Beethoven, esperando con esto facilitar su 'decodificación' por parte de los extraterrestres"
Ni que decir tiene que el orden de las pistas en el disco no fue casual.
"La ordenación concreta de las composiciones en el disco se basó en varios criterios distintos. No quisimos crear en el disco un ghetto musical de música europea occidental,y yuxtapusimos a propósito música de muchas culturas. En algunos casos, las piezas están asociadas debido a un contraste emocional y tonal, debido a una común demostración de virtuosismo solista en instrumentos muy diferentes, o debido a una semejanza de instrumentos o de estilos rítmicos y melódicos entre culturas aparentemente dispares".
Ni tampoco fue fortuito que el primer corte musical del disco fuera el primer movimiento del Concierto de Brandenburgo nº2 de Bach:
"La selección musical del disco Voyager empieza con esta nota de enérgico optimismo. No hay motivo para suponer que un oyente extraterrestre pueda reconocer el optimismo o el pesimismo humano, o el significado para el hombre de la música como tal, y por eso, permitirnos nuestras propias consideraciones sentimentales al elegir la música para un artefacto interestelar, representa en sí un acto de fe. ¿Qué más podíamos hacer? Empezar con la música de Bach" 
Mozart ostenta el honor de representar al género operístico, con la inclusión de una de las arias de la Reina de la Noche de su Flauta Mágica. Timothy Ferris se encarga de poner la venda antes que la herida al disculparse por no haber incluido ningún otro pasaje operístico, y de ópera italiana en particular. 
"Los aficionados a la ópera italiana quizá se apacigüen al recordar que si bien la única selección operística del Voyager es, desde luego, austriaca, Mozart aprendió a componer ópera en Italia y escribió concretamente este aria en el estilo italiano de bravura... No recuerdo hasta qué punto la elección fue consciente, pero al seleccionar la música que navegará a bordo de la nave espacial por las oscuridades interestelares, nos encontramos con que se habían incluido cuatro piezas sobre el tema de la noche".
Beethoven, al igual que Bach, figura por partida doble en la selección musical de Sagan y su equipo. Por un lado, con el primer movimiento de su Quinta Sinfonía...
"... no es probable que su familiaridad preocupe a los oyentes extraterrestres a los cuales va destinado el disco Voyager... Además de sus otras cualidades, el primer movimiento de la Quinta resultaba adecuado para el disco Voyager por su brevedad. Ha sido calificada como 'la representación más concisa jamás conseguida en música'"
.. y, por otro lado, con la Cavatina de su Cuarteto de cuerdas nº13 en si bemol mayor, cuya principal promotora a la hora de incluirla en el disco fue Ann Druyan, que a la postre se convertiría en la tercera esposa de Sagan (de hecho, el 1 de junio de 1977, en plena vorágine del proceso de selección del material del disco dorado de la Voyager, Ann y Carl mantuvieron una llamada telefónica en la que finalmente se comprometieron; Ann quiso dejar constancia de aquel momento, incorporando en el disco dorado un registro de su propio electroencefalograma reviviendo aquel momento, con el fin de dar a conocer a una inteligencia extraterrestre qué pinta tendrían las ondas cerebrales de una mujer enamorada):
Ann Druyan (1949 -  )
"Diez años antes, Ann había escuchado por primera vez la cavatina del Cuarteto de cuerda número 13 en si [bemol] mayor, opus 130 de Beethoven, y se conmovió tanto que en aquel momento y en muchas ocasiones posteriores, se preguntó cómo podría agradecer a Beethoven la experiencia que le había ofrecido. El disco Voyager paga por lo menos en parte esa deuda... La tristeza sola no puede definir la Cavatina. También la atraviesan relámpagos de esperanza y la serenidad de un hombre que ha soportado el sufrimiento y que llega al final contemplando la existencia sin ilusión. Quizás estas ambigüedades sugieran una conclusión apropiada para el disco Voyager. Nosotros, que estamos viviendo el drama de la existencia humana en la Tierra, ignoramos en qué medida la tristeza o la esperanza son lo apropiado en nuestras vidas. No sabemos si vivimos una tragedia o una comedia o una gran aventura... En su Cavatina nos invita a enfrentarnos cara  a cara con esta situación"
¿Hasta cuándo vagarán estos "clasicazos" por el espacio exterior? Está claro que en 1977 el concepto de obsolescencia programada todavía no había aterrizado en la mente de los científicos que diseñaron el proyecto Voyager, incluido Carl Sagan.
La sonda espacial Voyager
"El disco va sujeto al exterior de la nave. Los rayos cósmicos y la radiación del Sol y de las estrellas podrían causarle algún daño, pero la amenaza principal que le acecha son los micrometeoritos, diminutas particulas microscópicas y poco consistentes, probablemente restos de cometas que llenan el espacio interplanetario... El peligro principal proviene de la propia velocidad de la nave espacial, unos quince kilómetros por segundo, abriéndose paso entre esta horda de micrometeoritos... Calculamos que cuando la nave haya alcanzado una distancia de un año luz, los microhoyos producidos habrán afectado menos del 2 por ciento del disco... Después, en el espacio interestelar, la abundancia de micrometeoritos debería ser muy inferior.. No se habrá acumulado un 2 por ciento más de daños hasta que la nave haya viajado cinco mil años luz más, es decir, una sexta parte de la distancia entre el Sol y el centro de la Galaxia. La nave Voyager necesitará unos cien millones de años para atravesar esta distancia... En todos estos cálculos... el daño afecta únicamente a la cara del disco  orientada hacia el exterior. La cara interior, protegida por el mismo disco y por la nave espacial, no sufre esencialmente ningún daño. Por lo tanto, parece razonablemente segura una estimación aproximada de mil millones de años para la vida media del disco. Los discos se montaron con la Cara 1 hacia adentro. Por lo tanto, toda la información gráfica, las salutaciones humanas y de cetáceos y 'Los sonidos de la Tierra' junto con el primer tercio de la música -del Primer Movimiento del Segundo Concierto de Brandenburgo hasta la Partita nº3 para Violín- puede decirse que sobrevirán para siempre"
"Ad astra per bureaucracia"

Hemos hablado de que se quedaron en tierra muchos grandes maestros de la música clásica, pero, irónicamente, no fueron los únicos. Tal fue el caso de otros grandes referentes de la música pop, aunque por otros motivos bien distintos:
"Queríamos enviar 'Here comes the sun' de los Beatles, y los cuatro Beatles dieron su aprobación. Pero los Beatles no poseían el copyright, y la situación legal de la pieza nos pareció demasiado turbia para poder arriesgarnos a ello"
Y es que el tema del copyright fue uno de los principales escollos que tuvo que sortear Carl Sagan durante todo el proceso:
"Cada selección tenía que ir acompañada por su respectivo permiso, porque la Convención Internacional de los Derechos de Autor limita la reproducción de una pieza musical 'sea cual sea su objetivo', incluyendo seguramente los objetivos extraterrestres [ironic mode]"
Otro obstáculo relevante en la selección musical fue el derivado de la geoestrategia y las tensiones existentes entre los dos grandes bloques, los EEUU y  la URSS, liderados en aquel entonces por Carter y Brezhnev, respectivamente. Uno de los perjudicados en toda esta disputa política fue Nicolai Gedda, posiblemente en esa época el tenor más registrado en la historia de la fonografía.

Beso Brezhnev-Carter
"Habíamos seleccionado provisionalmente, como representante de la música 'rusa', una selección de contrabajo, balalaika y coro llamada 'El joven buhonero', con Nicolai Gedda de solista. Estaba llena de vigor y era más o menos típica de la música popular rusa... Pero teníamos algunas dudas. Gedda era escandinavo, hijo de padres rusos blancos. ¿Era un exponente auténtico de la música popular rusa?... ¿Era posible que el tema divertido de la pieza -un empresario capitalista que se dedica a seducir a mujeres jóvenes- fuera considerado ofensivo o por lo menos atípico por los ciudadanos actuales de la URSS? Para dar respuesta a todas estas dudas, telegrafié a un colega científico de Moscú... Muchas semanas después -y demasiado tarde para afectar al resultado- nos llegó la respuesta: se nos proponía una pieza alternativa llamada 'Noches de Moscú... Me enteré después de que mi solicitud había recibido una atención muy seria, que había flotado hasta la cumbre de la jerarquía científica de la Academia de Ciencias de la URSS y posiblemente más alto todavía. Se produjeron debates en los que se citaba a Lenin para demostrar que incluso aspectos capitalistas de la cultura rusa prerrevolucionaria eran importantes y dignos de conservación"
Y por si fuera poco, Carl Sagan condensa en la expresión latina ad astra per bureaucracia otro de los grandes impedimentos a los que tuvo que hacer frente. Un botón de muestra:
"Pensé, quizá con excesiva ingenuidad, que la organización más adecuada para decir 'Hola' al Cosmos en unas cuantas docenas de idiomas serían las Naciones Unidas... tuve ocasión de hablar con varios miembros de la Misión americana en las Naciones Unidas y con miembros del Comité para el Espacio Exterior de la ONU. Pero la Misión de los Estados Unidos me informó que en una cuestión de tanta importancia como decir 'Hola' no podía actuar por cuenta propia. Probé entonces con el Comité para el Espacio Exterior, pero el comité me respondió que no podía iniciar de por sí ninguna acción; sólo podían hacerlo delegaciones nacionales. Volví, pues, a la misión de los Estados Unidos. Sólo actuaría si así se lo indicaba el Departamento de Estado. Pero pronto supe que el Departamento de Estado sólo actuaría a petición de la NASA, con una firme garantía por parte de la NASA de que habría realmente un disco Voyager y de que se incluiría en él una salutación de las Naciones Unidas... El Comité para el Espacio Exterior tenía que votar para saber si diría 'Hola' y su próxima reunión sería en Europa a fines de junio. Les expliqué que aunque las salutaciones del Comité para el Espacio Exterior fueran deseables, el calendario de lanzamiento del Voyager no permitiría tales retrasos. ¿No sería posible, me preguntaron con toda seriedad, aplazar el lanzamiento del Voyager?"
La Tierra, ese punto azul pálido


A pale blue dot
Para ir concluyendo esta larga obertura musical del blog de Clasicazos, qué mejor forma que traer un vídeo con la imagen y las palabras de Carl Sagan a propósito de la última instantánea de la Tierra que captó la Voyager 1 antes de dirigir su rumbo hacia el espacio exterior, lejos del Sistema Solar. Sus palabras seguramente se alimentan de los sinsabores, frustraciones y decepciones encontrados en el tiempo que estuvo elaborando el mensaje del Voyager; pero también desde su extraordinario lirismo, albergan la esperanza en que el ser humano tome conciencia de la verdadera dimensión de sus preocupaciones comparándose a escala con el vasto Universo que lo rodea. La naturaleza del mensaje que porta el Voyager (en especial su música, añadiríamos nosotros) así permite confiar en ello, a pesar de que Sagan prefiera en este otro texto utilizar la forma verbal en pasado ("éramos...") para referirse al Ser Humano. ¿Le traicionó el subconsciente?
"Está claro que el objetivo principal de la misión Voyager es esta rica cosecha de información científica. Los Voyager representan el primer reconocimiento en profundidad del sistema solar exterior, y creo que cambiarán para siempre nuestra visión de la familia planetaria del Sol... Pero hay algo más a bordo de las dos naves espaciales Voyager. Mucho después de apagarse sus transmisores, cuando haya dejado muy atrás la heliopausa, en el futuro remoto, dos discos fonográficos con saludos del planeta Tierra continuarán su fuga inexorable hacia adelante... Algo queda claro sobre nosotros: nadie envía un mensaje de este tipo en un viaje así hacia otros mundos y otros seres, sin una pasión positiva por el futuro. Por irregular que les parezca el mensaje, podrán estar seguros de que éramos una especie dotada de esperanza y de perseverancia, de algo de inteligencia también, de una generosidad substancial y de un entusiasmo palpable por establecer contacto con el Cosmos"


Los 'clasicazos' del Voyager


Como la Misión Voyager, el fin último de este blog pasa por seleccionar aquellas músicas que sirvan a la nada despreciable tarea de emocionar a quien las encuentre y esté dispuesto a escucharlas. La tarea de traer voces y sonidos distantes en el tiempo, de acercar esa voluntad de quienes las compusieron por compartir de algún modo, con todos nosotros, sus más profundos anhelos. La tarea de comunicar al lector/oyente una pasión.


El listado completo de las piezas incluidas en el disco dorados de las Voyager puede consultarse en esta página y puede escucharse de manera íntegra aquí (para ello, es necesario hacer clic primero en la animación de la sonda espacial, luego en el disco dorado alojado en el casco de la nave, a continuación en el disco propiamente y, por último, en el grabado situado en la parte superior izquierda del disco).


En el perfil de Clasicazos en Spotify hemos incluido, asimismo, una lista de reproducción con estas mismas piezas, añadiendo un par de ellas más que por motivos de espacio el equipo de Sagan no pudo incluir: el Claro de Luna de la Suite Bergamasque de Claude Debussy, y la tonadilla popular rusa El Joven Buhonero, interpretada por Nicolai Gedda.


Comenzamos. Bienvenid@ y gracias por leernos/escucharnos.

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